Welcome the test

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Un ramo de flores con dientes de león y la fuerza para soplarlos todos juntos. La avaricia de que sean todos para mí y la humildad de pedir solo una cosa: Regalar deseos no dista mucho de soñar despierto. ¿Cómo cumplirlos? ¿Qué hay que hacer para que esas nubes cambien hasta adoptar una forma real? No tengo una respuesta, al menos, no una universal. Solo sé que soy más simple que todo eso… o no. Amapolas. Yo quiero amapolas, comunes a los ojos del mundo. Nacen en cualquier parte y quien lo desee puede recogerlas. O pisarlas. Se da por sentado que aparecerán porque sí, porque deben. porque no hay nada de especial en una flor silvestre. No es cierto. Nacen de vez en cuando, solo bajo las condiciones adecuadas. Son frágiles y bellas, aunque de forma distinta a una rosa, y cuidarlas para que no mueran requiere compromiso. El que las desee no puede pretender cambiarlas por unas monedas en una floristería, porque allí no las encontrará. Tendrá que buscarlas, si es que aparecen, recogerlas con sus manos y aceptar ser casa. Solo así valorará el esfuerzo de guardarlas entre las páginas de un libro o de no tirarlas como a un lirio de cementerio, cuando dejen de ser tan vivas y tan rojas. Definitivamente, no quiero dientes de león, aunque no descarto ayudar un poco al destino, que parece estar ocupado. Yo quiero amapolas… Me recuerdan a eso que todo el mundo da por sentado que encontrará en su vida, pero que no siempre aparece y que jamás debe descuidarse, no sea que pase de largo. No sea que llegue el invierno y se lo lleve todo.
  My love